Lo relevante de nuestra visita a conocer el sistema escolarizado de Finlandia

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  • 13/10/2015

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Marta Giorguli Chávez, Directora de Preparatoria Contemporánea (Querétaro)
Para poder comprender globalmente un sistema educativo se requiere mucho más que leer un par de libros  o navegar un rato en internet. Uno de los grandes beneficios de haber entrado en este proyecto académico, fue poder percibir a un sistema educativo inmerso en una sociedad y cultura específica y que a su vez está fortificada por el sistema educativo y las mismas características de esa sociedad, sobre todo en un país como Finlandia en el que, y tal vez sea aventurado decirlo por la breve estancia de cinco días en el lugar,  todo está en armonía.
 
Desde nuestra llegada pude observar que el pueblo finlandés es un pueblo ordenado y disciplinado. En las calles de Helsinki la gente camina por las áreas destinadas al peatón, los ciclistas, que no son pocos porque se vive la cultura del uso de la bicicleta, transitan por las vías definidas, los automóviles y camiones, ni hablar: los conductores ceden el paso al peatón en las áreas designadas y pueden ser implacables en otras que no lo son, asegurando sus derechos también. No se extraña uno, entonces, de que al entrar a una escuela de cualquier nivel, y especialmente refiriéndome a educación básica (de primaria a preparatoria), se observe el hábito del orden y disciplina ya que, por ejemplo, los estudiantes tienen nichos para dejar en la recepción zapatos y mochilas. Ahí parece fácil que todo fluya así de natural seguramente los finlandeses poco perciben esto;  en donde sería todo un reto lograrlo, es si trasladamos este simple hábito a nuestras escuelas mexicanas. Concretamente a qué me refiero, no sólo el hecho sencillo de que chamarras y zapatos estén acomodados en la entrada, independientemente de si hablamos de niños de siete año o de jóvenes de trece, sino que en la vida escolar de Finlandia, no hay calcetines por todos lados ni niños descalzos, como podría ser que los hubiera en alguna escuela de otra cultura. Se ve también sencillo, y porque es parte de la cultura de los finlandeses, los comedores en donde los niños, desde pequeños, toman su almuerzo en platos de cerámica, ¡que se rompen!,  y no hay platos rotos;  se sirven de almorzar lo que quieren, propiamente sin supervisión de adultos, y se terminan lo servido, ¡no hay desperdicios! Levantan su plato, lo limpian de los residuos y lo llevan al cajón de la lavadora de trastes, ¡y no hay un ejército de intendentes limpiando las huellas que dejan a su paso, porque no dejan huellas! Comen la comida que se ofrece, verduras y frutas, huevo horneado, pescado y leche. Y lo comen de buena gana. Por cierto, si estás en un hotel como visitante,  aunque no seas escolar, el menú es casi el mismo.
 
Aquí no hay grandes diferencias ni físicas ni sociales, la inmensa mayoría son niños rubios, de cabello lacio y ojos lánguidos, aunque también hay pequeños del norte de África a quienes se les respeta hasta en su vestimenta, o de otras regiones de Europa, o de oriente. No hay uniforme, ni se requiere, los niños en general se visten como uniformados  desde casa, no se dan los contrastes entre el joven estrafalario y el tímido y desaliñado, entre el pulcra y correctamente vestido enfrente del descuidado; entre la jovencita estrictamente a la moda y con ropa "de marca" en contraparte con la que compra en las tiendas populares o usa ropa desgastada; todo esto es tal vez una consecuencia de la tendencia social en la política del país, y no, por cierto, del desgaste de los profesores al trabajar en inculcar estos hábitos, porque se siente en el ambiente un hálito de tolerancia con las diferencias entre las personas, aunque reitero son sutiles.
 
Las aulas están todas equipadas con tecnología informática, eso es sorprendente, pero para mí, más sorprendente es que existan rincones  amueblados con pufs, o sillones cómodos que muchos mexicanos como yo, pudieran pensar que es para chismear o comadrear, como decimos aquí y que allá son para aquellos estudiantes que quieren aislarse para concentrarse más en sus estudios, para alejarse un poco del resto de sus compañeros, para profundizar más en el tema de interés. ¡Sorprendente! Recuerdo el poema que recitaba mi abuela: "Sorprendiese un portugués, que todos los niños de Francia supieran hablar francés…"  Estos chiquillos no sólo hablan  suomi sino que piensan y viven suomi.
 
En cuanto a la dinámica de la clase, definitivamente el maestro no es un expositor, sino un coordinador de experiencias de aprendizaje; a los niños y jóvenes se les ve trabajando en equipo en el tema designado por el maestro y compartiendo con él lo que han descubierto  o las dudas que les surgen. En este país no hay nada improvisado, los profesores están capacitados no sólo en el área de la asignatura que imparten sino en pedagogía y didáctica moderna. Supongo que no debe de haber conflictos entre lo que quieren hacer, en cómo se perciben como maestros,  y lo que hacen, aunque  no tuve la oportunidad de hablar de ello. Me refiero explícitamente a que uno de los principales problemas para abordar una educación más moderna, es los paradigmas de los docentes. En México, a nivel preparatoria, por poner un ejemplo, sigue bastante arraigado el paradigma de que el maestro sabe mucho y no está dispuesto, en el mejor de los casos, a dejar de compartir lo que puede dar, y digo en el mejor de los sentidos, porque más grave es cuando considera que debe imponer un poco, con la idea de que los estudiantes son "recipientes vacíos". Romper este paradigma y dejar de ser el protagonista de la clase, para otorgar el protagonismo al estudiante, es algo difícil ya que esta visión del maestro está muy arraigada. En Finlandia, la formación de profesores se hace en años tempranos y seguramente logran que estos paradigmas no paralicen al  profesor. En mi país no hay una escuela para profesores de preparatoria, hasta ahora, el haber cursado una licenciatura es suficiente, y recientemente se empieza a exigir una certificación en pedagogía, pero esto es en los últimos tres o cuatro años.   Seguramente a mediano plazo empezaremos a cosechar los frutos.
 
Por último, y tal vez sea una afirmación gratuita y sin fundamentos pero va: el pueblo finlandés es lo que es, y tiene los resultados que tiene, no sólo por su sistema educativo (o al contrario, el sistema educativo no es origen sino consecuencia de su cultura), sino tal vez por muchas más razones culturales, sociales, políticas, y por qué no, de latitud, porque meses del año se la pasan encerrados, y en un encierro, no se puede ser tan gritón y espontáneo. La mayor parte de la población vive en departamentos, al menos en la capital;  y vivir en uno de ellos seguramente despierta más la conciencia desde los niños de que, si brinco, despierto al de abajo,  y si hago fiesta tengo a todos los vecinos en estado de alerta; o por su situación geopolítica. Hay mucho que aprender de ellos, pero mi principal aprendizaje es que debemos buscar en México alternativas que respondan a las necesidades de este país, y sus los escenarios culturales, sociales y también geográficos, por qué no. Nótese que no menciono los políticos. Finalmente, Finlandia es una nación admirable, habrá que buscar, en eso, seguir su ejemplo.
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